viernes, 14 de noviembre de 2014

Personajes ilustres de Atienza

GISMERA VELASCO, Tomás, Atienza a través de sus personajes, Madrid, Ed. Asociación Sibilas de Atienza, 2014, 124 pp.

Tomás Gismera ha escrito un libro muy interesante. Un libro especial por su contenido, ya que trata de aquellas gentes que a lo largo de la Historia de Atienza han ido transformando la villa con sus quehaceres vitales.
Como podrá comprobar el lector, unos personajes son más conocidos que otros, aunque casi todos serán totalmente desconocidos para la mayoría, y ahí, precisamente, reside el interés de este libro.
Unos nacieron y pasaron por la vida anónimamente. Bastante tuvieron con vivir su vida, si además, por circunstancias socio-políticas concretas les tocó un momento difícil, de guerras, pestes o miserias...
Otros nacieron tal vez en los mismos momentos y, por ánimo, riquezas o compromisos sociales y honoríficos, tuvieron que desempeñar cargos en los que despuntaron, pero a los que después la historia, la que se escribe con hache mayúscula, ha tenido a bien considerar como de “menor importancia” o, como si dijéramos, “de segunda fila”, segundones.
Algunos más, muy pocos, destacaron por encima de los anteriores y figuran en los anales de la historia con mayúscula.
Es de estos últimos de los que habla el presente libro en su mayor parte, de gentes que por lo general nacieron en Atienza y que dejaron su huella a través de sus libros,  dedicaron  su esfuerzo a promocionar el pueblo que les vio nacer, contribuyeron a conservar y extender los límites de un reino ayudando a su señor natural, y creyeron en una idea y la defendieron por encima de todo con el fin de hacer una villa atencina más próspera.
Su autor, el autor del libro, recuerda que no están todos los que fueron, aunque probablemente, con el paso del tiempo aparecerán nuevos nombres que añadir a la presente nómina, y los que están han sido elegidos al azar y sus biografías se verán revisadas y, en su caso, ampliadas en  próximas ediciones.
Y añade más, que podría haber ampliado esa lista con nombres de quienes no habiendo nacido en Atienza la han dado a conocer ampliamente y han estudiado su historia, su arte y sus costumbres. Nombres como los del doctor Francisco Layna Serrano, el poeta José Antonio Ochaíta, biografiados por el propio Gismera, el periodista Luis Carandell o el fotógrafo Santiago Bernal, entre otros, además, claro está, de Isabel Muñoz Caravaca y su hijo Jorge, cuya peripecia vital fue estudiada con minuciosidad y posteriormente publicada por el doctor Juan Pablo Calero Delso, o el sacerdote Julio de la Llana Hernández, cuya trayectoria fue dada a conocer exhaustivamente por Jesús de la Vega García.
En fin, son: “biografías trazadas con la pluma que sale del corazón en la mayoría de los casos. Arrancadas igualmente a las páginas de los libros de la historia,  y hechas recuerdo y emoción en las calles de Atienza, y para la memoria siempre viva de Atienza”, personajes que en muchos casos no sabíamos que fueran atencinos, protagonistas de historias “a veces tristes”, que no deben quedar en el olvido y de las que debemos aprender, al menos lo bueno, de lo que nos legaron.
Tomás Gismera, que ya nos había adelantado algunas notas biográficas de los más significativos nombres que aparecen en su libro, a través de las páginas de la estupenda revista mensual Atienza de los Juglares, divide a los personajes -treinta y uno “Y muchos más...” en total- en seis grupos cronológicos distribuidos entre la Atienza medieval; la Atienza de los Bravo de Laguna -fundamentalmente el siglo XV-; la Atienza del Siglo de Oro -siglos XVI y XVII-; Atienza en el siglo XVIII -de los Elgueta a los Beladíez-; Atienza entre dos siglos, y Atienza, siglo XX, a los que precede una breve introducción acerca de la época y cómo ésta se vivió en Atienza y sus pueblos circunvecinos, a través de la que el lector puede hacerse una idea más completa del personaje de que se trate en cada ocasión.
Entre los de época medieval menciona a un Gonzalo Ruiz de Atienza, el hombre del rey, especie de privado, que acompañó a Fernando III en la conquista de Sevilla, de “particular memoria” en Elogios de los Conquistadores de Sevilla, de Argote de Molina, siglo XVI, donde se dice acerca de Gonzalo Ruiz de Atienza que era “uno de los principales caballeros de aquel tiempo y de quien el rey hizo mayores confianzas, fue por su embajada al infante don Felipe y a los ricos homes del reino que estaban desavenidos del rey en el reino de Granada, y así mismo por embajador al rey moro...”.
Igualmente dedica algunas páginas a Aparicio de Atienza, obispo de Albarracín a finales del siglo XIII y a Francisco de Atienza, que fue elegido abad de San Zoilo de Carrión el 5 de noviembre de 1524.
Especial interés tiene fray Juan de Ortega Maluenda, que después de ostentar numerosos cargos entre los jerónimos, dejó la duda -todavía no resuelta con claridad- de haber sido el autor del famoso Lazarillo de Tormes.
Tres personajes completan el apartado destinado a la Atienza de los Bravo de Laguna: Juan Bravo, que luchó al frente de los Comuneros; Luisa de Medrano, la primera mujer catedrático no sólo de España o de Europa, sino de todo el orbe, que ejerció en la Universidad de Salamanca, a comienzos del siglo XVI, grandemente ensalzada por Lucio Marineo Sículo, y Catalina de Medrano, que tantas obras mandó realizar en la iglesia de San Francisco.
Sin duda la figura más conocida es la del Comunero Juan Bravo, al que tras su ejecución en Villalar, le fueron confiscados todos sus bienes, entre los que había algunas propiedades en Atienza, así como unos pozos de sal que le rentaban quinientos ducados y reclamó el obispo de Oviedo. El padre Luis Fernández Martín, en su libro Juan Bravo (Segovia, 1961), realiza un magistral estudio genealógico de nuestro personaje y aporta suficientes pruebas como para dejar aclarado su nacimiento en Atienza en 1484, en el propio castillo, pues la casona que actualmente se conserva en la plaza de abajo fue levantada por sus parientes hacia 1568.
Gismera da a conocer tres figuras más en el apartado dedicado al Siglo de Oro. Se trata de Francisco de Segura, hombre de espada y pluma que se codeó con los más importantes ingenios, Cervantes, Quevedo, Lope, de quien se piensa que debió tener “algo que ver” en la autoría del apócrifo quijote de Avellaneda y ampliamente conocido en el mundo de la investigación literaria; el retablista Diego de Mayoral y Torija, que aprendió del seguntino Diego del Castillo y fue uno de los más afamados de la comarca atencina, siendo el autor del retablo mayor de la iglesia de la Santísima Trinidad de Atienza; de dos colaterales en la parroquia de Galve de Sorbe; parte del mayor de San Juan del Mercado, también de Atienza; además de otros muchos trabajos en Barbatona, Querencia, Fuentegelmes, etcétera, y Ana Hernando, cerera en palacio, que dejó suficiente caudal como para construir en Atienza un hospital bajo la advocación de Santa Ana.
En el siglo XVIII incluye dos de las sagas más influyentes en el Atienza del momento: la de los Elgueta Vigil y la de los Beladíez, sin olvidar a don Juan José Arias de Saavedra y Verdugo de Oquendo, más conocido como el “padre” de Gaspar Melchor de Jovellanos, y la figura del obispo Antolín García Lozano.
Del primer grupo familiar ofrece datos de cuatro hermanos: Pedro Miguel, licenciado en Derecho, que fuera  Administrador Real de la Salinas de Atienza, formadas a la sazón por Imón y La Olmeda; Antonio, que pasó la mayor parte de su vida en Murcia, donde desempeñó el cargo de Secretario del Secreto de la Inquisición, gran mecenas de las artes, especialmente de la Arquitectura, -que fue quien incitó a la familia Salzillo a establecerse en Murcia, donde fue protector de Nicolás, padre el escultor-, pero al que se conoce antes que nada por haber sido el autor de La cartilla de la agricultura de las moreras (Madrid, 1761); Baltasar, que fue Intendente Real, y José, destacado -al igual que Baltasar- en la Guerra de Sucesión, como consta en su hoja de servicios, y único de los hermanos que aspiró a ocupar algunos corregimientos de las nuevas ciudades chilenas.
Del segundo, los Beladíez, naturales de Miedes, menciona a José María, que tanto tuvo que tan importante papel jugó durante la Guerra de la Independencia como miembro de la Junta y Diputación de Guadalajara, y Joaquín María, hermano del anterior, riquísimo poseedor de ganados finos trashumantes y Administrador Tesorero de Consolidación de Guadalajara, destacado durante el mismo conflicto bélico, son muchos los datos que aporta Gismera en su libro.
El quinto capítulo, Atienza entre dos siglos, recoge las peripecias vitales de Baltasar Carrillo Manrique, uno de los personajes más influyentes política y socialmente en la Atienza de finales del siglo XVIII hasta su fallecimiento en 1843; Francisco Briones Cardeña, doctor en Derecho y liberal conservador, que, con la llegada del régimen democrático, tras la Revolución Gloriosa de septiembre de 1868, dio fin a su carrera política, profundamente caciquil; Dionisio Rodríguez Chicharro, desconocido historiador que dedicó gran parte de su vida a ir recopilando datos sobre numerosos pueblos de la provincia, especialmente de aquellos que tuvieron algo que ver con el Común de Villa y Tierra de Atienza, centrándose en los que posteriormente pasaron a los señoríos mendocinos y fue autor de una concienzuda Relación Historial de la Villa de Atienza, complementaria de su Historia de Miedes, una Memoria de Hiendelaencina, Noticias de la villa de Hijes, Notas acerca de la ejecutoria de nobleza de los Álvarez, Culto en Torija a Nuestra Señora de Sopetrán, Memorial a favor del Conde de Aguilar, así como de un Resumen de la riqueza imponible de la provincia de Guadalajara en 1852, además de constante colaborador de don Juan Catalina García López, a quien envió números datos para sus escritos; el médico Pedro Solís Grepi, que junto a Eduardo Contreras de Diego, fundaría el Casino de Sociedad de Atienza y daría a la luz pública la revista Atienza Ilustrada.
Quizá más conocidos -por más cercanas en el tiempo- sean las figuras que recoge en el apartado destinado al siglo XX: Bruno Pascual Ruipérez, Diputado y Senador nacional, Decano del Colegio de Notarios de Madrid; Antonio Pascual Ruilópez, pionero de la viticultura; Francisca Pascual Ruilópez, “Doña Paquita”, madrina del somatén atencino y gran benefactora de la villa; el alcalde Doroteo Cabellos Esteban; Gil Ruiz Domínguez, víctima de la barbarie nazi en Mauthausen; el maestro Teodoro Romanillos Chicharro, fundador en 1925 de El Magisterio Arriacense y gran defensor de los derechos de los maestros; Julio Ortega Galindo, el genio de Deusto, Catedrático de Geografía e Historia en el Instituto de Enseñanza Media de Bilbao y de Historia del Derecho y Geografía Económica de la Universidad de Deusto y prolífico autor; Juan Francisco Marina Encabo, “El hombre del Cid”, abogado que llevó la causa de Vivar del Cid a la hora de recuperar el manuscrito del Poema del Cid, entre otras muchas cosas, y muchos más… ya que la nómina de atencinos destacados es muy amplia.
Concluye el libro con un poema de Carmina Casala, poetisa nacida en Atienza, titulado “Al pueblo que amo”, una bella fotografía y el reconocimiento -por parte de la Asociación Sibilas de Atienza- como Juglar de Atienza a Tomás Gismera Velasco, autor del maravilloso libro que acabamos de comentar.


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