sábado, 8 de julio de 2017

La sombra del sol, novelaza de Mañueco



Para Juan Pablo Mañueco este libro constituye su mejor obra, una obra que bien pudiera parecer al lector algo extraña, rara, dado que no se adapta totalmente a la forma tradicional y conocida de tratar la novela, de modo que tras echar un vistazo a su extenso índice es un libro que puede empezar a leerse por donde mejor parezca, incluso pasando por alto alguno de sus numerosos capítulos.
Su contenido se divide en tres libros, más un epílogo y coda y otra coda más llamada “del convoy”, a su vez repartidos en un total de cincuenta y dos capítulos, ya que se trata de un volumen amplio puesto que consta nada menos que de 353 páginas, lo cual no está nada mal tratándose de una novela escrita al “antiquo modo” (comienzo del siglo XVII), que no al actual que en lugar de novelas parece que nos encontramos ante verdaderos mamotretos de más de mil páginas en algunos casos, según sean las exigencias de las empresas editoriales.

No quisiera dejar pasar esta oportunidad sin plantearle algunas preguntas que me han surgido al autor del libro y que, quizás, sirvan para aclararnos, en cierto modo, el nacimiento y la evolución de la novela, porque creemos que cuantos más elementos intervengan en ella, mucho mejor para su más amplio conocimiento: reseña, preguntas, acaso músicas de fondo, etc.:

- ¿Cuál es el origen de este libro?

- Surgió para ser presentado al Premio Periodístico Regional “Los Tres Grandes de 2016” (Cervantes, Cela y Buero), aunque, la verdad es que ya lo tenía en mente, pero a punto de finalizar el año, que era una de las condiciones de la convocatoria, había que publicarlo en un medio de comunicación… y, en realidad, todavía no había escrito nada. Sin embargo, hacia el 26 de diciembre ya estaba terminado y enviado a Toledo. El texto que yo había escrito constaba de tan solo cincuenta folios ya que no se ponía límite a la extensión del trabajo, y lo había publicado en plazo en “Periodista Digital”.

- Mucha velocidad es esa, ¿no?

- Ya sabes que soy tremendamente rápido escribiendo. En fin, me di cuenta que se trataba más bien de un relato corto o de una pequeña novela, pero como los personajes se habían puesto a dialogar, solo bastaba con ampliarlos e incluir algún personaje más para que tuviéramos una novela.

- ¿Y ese personaje, supongo que sería Miguel de Cervantes?

- En efecto. Miguel de Cervantes se encuentra con ellos, con el resto, cara a cara,  y de ese modo inician unas conversaciones, debates y diálogos muy interesantes para el lector, como puede verse.

- Sí, pero, además, hay otros personajes que también intervienen en la narración.

- Sí, de ahí que la novela se va convirtiendo poco a poco en una pintura de la España de 1601, año en que tienen lugar los acontecimientos que se relatan.

- 1601. Eso quiere decir que tu narración fue escrita cuatro años antes de la publicación de la primera parte del Quijote.

- Así es…Esa es una de las principales características del texto: Miguel de Cervantes, don Alonso Quijano y el cura de su lugar, el seguntino Pedro Pérez, se conocen en persona y dialogan sobre libros de caballerías y otras cuestiones, con lo que las posibilidades de la novela se hacen inmensas.  


   
- ¿Qué es lo que destacarías de su contenido?

- Pues sencillamente esta “paradoja” temporal que acabo de decirte y también el hecho de que en 1601, Miguel de Cervantes se acercaba peligrosamente a los sesenta años y era casi un total fracasado en la literatura, porque Lope de Vega, Góngora y Quevedo, mucho más jóvenes que él,  se habían alzado con el reinado de la literatura castellana y habían introducido un estilo nuevo, totalmente incomprensible para el renacentista Cervantes, llamado el “Barroco”.

- ¿Son, entonces, estos diálogos entre Cervantes, Quijano y Pérez los que van introduciendo en el primero la idea de pasarse al nuevo estilo con una novela “de caballerías” paródica, abandonando para ello los géneros narrativos propios del XVI, como la novela pastoril y la bizantina?

- Así es. Lo has expresado perfectamente. Los personajes del Quijote, convertidos en personas reales, tienen que ir convenciendo a Miguel de Cervantes de lo que debe escribir para introducirse con buen pie en el nuevo siglo y estilo… Y se hallan con las fuertes reticencias de éste, que quiere aferrarse a todo trance a su formación renacentista, a la que quiere seguir siendo fiel, ajeno al caos que para él supone el barroco de los jóvenes.

- Por ahora, a lo que se lee, la novela se queda en el ventorro de Meco ¿tienes prevista alguna continuación?

- En efecto, han de llegar a Sigüenza, Dios mediante, que es el objetivo final del viaje. Por ahora tengo previstas y desarrolladas en mente tres continuaciones más, cuyos títulos voy a reservarme, pero que son desarrollos lógicos de “La sombra del sol”, el primero de la serie. Pero quiero que sean más breves que las más de 350 páginas, por lo que, con algo de suerte, estas tres continuaciones pueden estar escritas para el otoño/invierno de este año, y no digo antes porque estoy terminando una serie de catorce libros -“Cantil de Cantos”-, cada uno con unos mil versos, en estrofas inéditas en la métrica universal, que ahora mismo constituyen mi prioridad.

En resumidas cuentas el libro viene a ser una especie de diálogo entre varios personajes cervantinos que se encuentran y recorren algunas leguas en amor y compaña, realizando un viaje que, al igual que sucede en la verdadera Historia de Don Quijote, comienza “en un lugar de La Mancha”, -primera parte-, y que tras visitar Toledo, Madrid y Alcalá de Henares, -segunda parte-, parten hacia la episcopal Sigüenza, -en principio tercera parte-, aunque, y aquí comienzan los sucesos extraños de esta narración, acaban en el ventorro de Meco, todo ello salpimentado con gran cantidad de diálogos a la manera del Siglo de Oro, además de contener numerosos poemas de los que, dicho sea de paso, podría prescindirse con total tranquilidad. Otra novedad o “paradoja” si así se prefiere, es la aparición entre los personajes de las figuras de Camilo José Cela y de Antonio Buero Vallejo, que se incorporan a la trata de una forma normal, sin esfuerzo alguno por parte del autor.

Quien esto escribe piensa que esta novela pudiera recordar otras obras más actuales como las escritas por Álvaro Cunqueiro, José María Castroviejo, Néstor Luján y Joan Perucho, que la crítica ha querido encuadrar en esa tendencia literaria conocida como “neotrovadorismo”.

Antes de finalizar la presente reseña, su autor vuelve a la carga y propone una o varias preguntas más a su autor:

- ¿Podrías señalar algunos párrafos de “La sombra del sol” que creas que debo incluir en mi texto?

- Difícil elección, porque es un trabajo que me agrada de principio a fin… Pero comenzaría señalando esta breve descripción de la ciudad de Guadalajara, puesta en boca de don Alonso Quijano:

“Pues tengo oído que esa vuestra Guadalajara o Arriaca, señor mío, es custodia de la amabilidad, posada de los foráneos, enfermería de los afligidos de ánimo por la belleza, abundancia y cuidado de sus parques, jardines y arboledas, linaje de los más antiguos de España, emplazamiento amable por la gentileza de sus gentes y reciprocidad proporcional para la forja de profundas amistades, cuajadas en el cultivo de la tranquilidad y el sosiego que proporcionan sus calles, casas y plazas, tan humanas como gratamente paseables”.

- ¿Algún otro pasaje más?

- Por elegir alguno, citaría todo el capítulo VII, que se titula “Una bodega de las que marcan tendencia en la cocina y en la bodega regional”, que está en la novela y fue parte del Premio Periodístico, así que es representativo de ambos.

Ya dijimos al comienzo de estas cuartillas que uno de los más importantes valores que atesora esta novela es su relación directa con el Quijote, pero no debemos olvidar la claridad y el dominio del lenguaje, ya que Juan Pablo Mañueco parece “domar” las palabras que utiliza con el fin de conducir al lector por unos vericuetos culturales poco frecuentes en estos tiempos que corren en los que “todo vale”.

Palabras que se adaptan al pensamiento del siglo XVII en su comienzo, con las que es capaz de dar a conocer tantísimos aspectos como recoge en su obra. Una obra que, dicho sea en honor a la verdad y para ser justos, recomendamos al lector amante de los textos literarios y de la novela en concreto, puesto que con su lectura -fácil y amena- disfrutará de lo lindo, ya que se trata de una “diversión” perfectamente construida.


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