sábado, 11 de marzo de 2017

Memorias en blanco y negro

LÓPEZ-PALACIOS VILLAVERDE, José Antonio y VELASCO PÉREZ, Juan Ramón (textos), Antonio López-Palacios. Fotógrafo y reportero gráfico 1925-1997, Guadalajara, Diputación Provincial de Guadalajara  / Servicio de Cultura / Centro de la Fotografía y la Imagen Histórica de Guadalajara, 2016, 40 pp. (Catálogo de la exposición fotográfica).
Guadalajara ha sido siempre un manantial de buenos fotógrafos y una prueba más ello pudo constatarse a través de la sencilla exposición que, el Servicio de Cultura de la Diputación Provincial de Guadalajara celebró a finales del pasado año, en la Sala Multiusos del Centro San José.
Se trata de la muestra del fotógrafo José Antonio-López Palacios, para los que tuvimos la suerte de conocerlo, simplemente “Palacios”, realizada en base a una selección de obras de su autoría depositadas en el Centro de la Fotografía y la Imagen Histórica de Guadalajara (CEFIHGU).
López-Palacios desempeñó dos veces consecutivas el cargo de Secretario de la Agrupación Fotográfica, todavía joven ya que fue creada en 1956, hace ya poco más de sesenta años, por lo podemos decir de él que se trata de uno de los pioneros de la misma y de este periodo de posguerra.
Sin embargo López-Palacios no fue un fotógrafo artístico en el amplio sentido de la palabra -aunque también hizo sus pinitos siguiendo la huella magistral de Cartier-Bresson, “padre del foto-reportaje”, uno de cuyos fines era conseguir el “instante decisivo”, el momento clave, el hecho que constituye la propia noticia-, sino que abarcaba todas las facetas de la imagen, pero, principalmente, la imagen foto-periodística, como fotógrafo altamente cualificado tanto técnica como profesional al servicio de lo que después se vino en llamar la “fotografía del movimiento” que, dicho sea de paso, convendría estudiar más más detalle por cuanto puede aportar para el mejor conocimiento de la historia de aquellos años en que la censura estaba a la orden del día.
Más adelante realizó numerosos tareas cinematográficas como primer corresponsal de TVE en la provincia de Guadalajara, ya mediados los años sesenta, aunque sin olvidar el aspecto artístico fotográfico de la misma.
Una exposición, la que comento, que quiere recoger los aspectos más significativos de la obra “palaciana” (permítaseme la expresión) que así queda a la vista a través del catálogo que comento: Fotografías para la prensa, cine para TV y muestras artísticas, de creación, para recreo propio y exposiciones breves -como las que entonces se realizaban- y que tanto llamaban la atención de los alcarreños interesados, faltos, casi siempre, de actividades culturales con que ampliar sus conocimientos y agrandar el espíritu.
“Antonio López-Palacios Cienfuegos. Fotógrafo” es el título del artículo que su hijo José Antonio López-Palacios Villaverde escribe para esta ocasión. En él resume la hégira fotográfica de su padre, desde aquellos años cuarenta en que pudo hacerse con una máquina Leica en una tienda de empeños de Madrid. Eran años duros. Con las numerosas fotografías tomadas con esta máquina puede decirse que comienza su quehacer fotográfico, su andadura: tomas instantáneas, como queda dicho, realizadas bajo la influencia de los grandes nombres que entonces hacían furor: fotógrafos de la Agencia Magnum como Capa, Haas y, por encima de todos, Cartier-Bresson, además de otros: Brassaï, Kertész o Ronis, que tanto le admiraban por sus descubrimientos cotidianos, especialmente aquellas “fotografías nocturnas con la única luz que producían las escasas bombillas de las farolas del Paris de la II Guerra Mundial”.
Sabemos por las declaraciones de su hijo que le impresionaba el compromiso con la realidad trágica y la vitalidad de un Capa (no hay que olvidar que López-Palacios se presentó voluntario a la División Azul con destino al frente ruso), que había conocido España como fotógrafo de guerra: “Inmóvil detrás de un tanque, me repetía una cosa que había oído en la guerra de España. Es una cosa muy seria. Es una cosa muy seria, la situación es grave” (R. Capa).
Fue allí precisamente, en Rusia, donde hizo y le hicieron numerosas fotografías que, posteriormente recogió en distintos álbumes, uno de los cuales se expuso en la muestra que comento.
De Haas, que fotografió escenas del rodaje de Tierra de Faraones,  le llamaba la atención los escenarios, las panorámicas, los contrastes de luz y algunas fotos “movidas”, como las de los toros persiguiendo a los toreros.
Pero como ya es sabido quien impactara realmente en López-Palacios fue Henri Cartier-Bresson y su teoría del “instante decisivo”, dado que recuerda su hijo, “de todos los medios de expresión, la fotografía es el único que fija el instante preciso”.
Después vendrá el periodo áureo de la fotografía de López-Palacios, una vez que pudo contar con unas máquinas fotográficas que, entonces y aún hoy, siguen siendo las mejores marcas: Rolleiflex, Pentax Spotmatic, Yashica y la especialísima Hasselblad, todo un lujo en aquellas fechas.
Posteriormente comenzaría su andadura la Agrupación Fotográfica de Guadalajara, -su acta constitucional data del día 7 de marzo de 1956-, en la que permaneció hasta marzo de 1960, aunque siguiera realizando miles de fotografías y presentándose a numerosos concursos, hasta su falleciendo a principios de los noventa.
Precisamente esta atapa de intensa relación con la Agrupación Fotográfica queda suficientemente ilustrada a lo largo del trabajo que se incluye en este mismo catálogo y que lleva por título “Antonio López-Palacios, impulsor de la Agrupación Fotográfica de Guadalajara”, debido a la pluma de su Presidente Juan Ramón Velasco Pérez. Artículo que da paso al “Catálogo”, cuyas fotografías abarcan cronológicamente desde 1952 hasta una colección dedicada a sus perros de caza fechada en 1977.
Un catálogo sencillo en el que se incluyen algunas imágenes de gran interés para el conocimiento de la historia provincial y de la propia ciudad de Guadalajara, como la visita de los entonces príncipes Don Juan Carlos y Doña Sofía (1970), o la asistencia de los Marqueses de Villaverde con sus hijos los Duques de Cádiz a los Festivales Medievales de Hita del año 1974, además de muchas otras de las que hoy no tendríamos conocimiento si no hubiese sido por la labor desinteresada  y generalmente mal pagada de personas como José Antonio López-Palacios Cienfuegos.
José Ramón López de los Mozos

  

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