sábado, 14 de enero de 2017

Arqueología en el Señorío de Molina

CERDEÑO, Mª. Luisa y GAMO, Emilio, “Estudio preliminar del campamento romano de La Cabeza del Cid (Hinojosa, Guadalajara, España). Preliminary results of the roman camp of La Cabeza del Cid (Hinojosa, Guadalajara, España)”, Cumplutum, 2016, Vol. 27 (I): 169-184. [ISSN: 1131-6993]. http://dx.doi.org/10.5209/CMPL.53221
En este breve trabajo se dan a conocer los primeros resultados del estudio llevado a cabo en el recinto campamental romano, datado en época republicana, de La Cabeza del Cid, en Hinojosa, en pleno centro de la Celtiberia, con el que se abren nuevas perspectivas para la investigación de dicho periodo histórico.
Los autores comienzan describiendo el lugar donde se encuentra el campamento: a 1349 metros de altitud sobre el nivel del mar y a cien del cerro donde se asienta, un altiplano desde el que se puede contemplar un amplio espacio de terreno, además de analizar los primeros datos bibliográficos acerca de su existencia.
El más antiguo de estos datos, escrito por Francisco Núñez en 1595, tiene un origen legendario pues cuenta la acampada del Cid en ese lugar, camino de Valencia. Dicho error fue advertido por Diego Sánchez Portocarrero (1607-1666) en su Antigüedad del muy Noble y muy Leal Señorío de Molina. Historia y lista real de sus señores, príncipes y reyes, cuya segunda parte -Historia de los Señores de Molina-, se conserva todavía inédita en la Biblioteca Nacional de Madrid (Sig. K-148-150). Dicho autor, que conoció personalmente el lugar, dejó escrita una interesante descripción del mismo, indicando la existencia de restos de muros, cerámicas y monedas, armas antiguas, etc.
Varios hallazgos pertenecientes al reinado de Felipe IV indican la frecuencia de las visitas al lugar en tiempos pasados.
Mucho más tarde volvería a mencionar los hallazgos arqueológicos el cronista J. M. Escudero: “…en Hinojosa se han hallado armas antiguas, hierros de lanza de punta cuadrada, cascos e infinidad de monedas romanas de toda clase de metales”, dados que con toda probabilidad toma de Sánchez Portocarrero.
Ya en tiempos recientes aparecieron diversas evidencias que ayudan a comprender mejor la existencia del establecimiento campamental, entre ellas una punta de flecha de pedúnculo y aletas fechada entre el Bronce Medio-Bronce Final, además de un conjunto cerámico con remate bífido y un fragmento de morillo que, por lo general, pieza que suele ir unida a los ambientes de Campos de Urnas. Años más tarde, se recogieron numerosas cerámicas realizadas a mano y grafitadas, de diferentes tipos, datables en el Bronce Final y el Celtibérico Antiguo y Tardío.
Todo ello hizo que se planificase una intervención arqueológica sistemática -en 2014- cuyos resultados son los que se presentan en el trabajo que comentamos.
Para ello lo primero que se hizo fue realizar un diseño a medio plazo con el fin de evaluar el auténtico potencial arqueológico del yacimiento, aplicando para ello diferentes metodologías -la fotografía aérea entre otras- y revisando los restos aparecidos anteriormente conservados en el Museo de Guadalajara.
Todo ello condujo a la conclusión de que se trataba de un campamento romano de época republicana, cuyo interés radica, principalmente, en la escasez de campamentos de esta fecha en la Celtiberia.
Por tanto, se comenzó con un estudio planimétrico de la zona y su posterior topografía georreferenciada, identificándose estructuras ocultas gracias al uso del georradar, pero no pudiéndose apreciar estructuras claras del interior del recinto. Siguió a ello la prospección electromagnética, pudiéndose evidenciar la existencia de un recinto defensivo -o muralla-, cuya área ocupa 4,6 hectáreas y cuyo perímetro está precedido por un terraplén. Se han identificado dos puertas y lo que podría ser interpretado como  foso.
El campamento, por su distribución y forma constructiva, recuerda otros recintos como los de La Cerca, de Aguilar de Anguita y el de Renieblas (Soria), así como a otros campamentos del área numantina que se han terminado definiendo como oppidum indígena, aunque existan numerosas diferencias entre las fortificaciones de estos oppdida celtibéricos de los siglos II-I a. C. y los campamentos romanos, gracias a su técnica constructiva,  dimensiones y diseño, como puede comprobarse con los restos excavados en Los Rodiles (Cubillejo de la Sierra), La Cava (Luzón), El Castejón (Luzaga), El Losar I (El Atance) o el Llano de San Pedro-Las Viñas (Valderrebollo), este último ubicado entre Celtiberia y Carpetania.
Posteriormente se recogieron abundantes materiales, por un lado de cerámica (de la no se han encontrado ejemplares de importación) celtibérica tardía, un kalathos -forma frecuente en los yacimientos antes mencionados- asociado a cerámica de barniz negro y terra sigillata aretina, además de otras piezas como cuencos de bordes reentrantes, tinajas de “pico de ánade”, un fragmento de tinaja “ilduratin”, característica del Valle del Ebro.
También se recogieron algunos objetos metálicos, generalmente de hierro: una punta de sección cuadrangular, semejante a las “puntas de flecha bipiramidales” o “dardos”, de las que se han documentado 130 ejemplares de finales del siglo III a. C. en Baecula; un pilum (lanza); clavos largos de sección cuadrangular rematadas en T, que bien pudieron ser utilizados como vientos de tienda de campaña; un resorte de fíbula de hierro con muelle de seis espiras a cada lado (modelo La Tène II); un fragmento de placa rectangular; una pequeña pesa cilíndrica con perforación central, de hierro y plomo, de 38 gramos y otra muy deteriorada. Curiosamente se observa la ausencia de tachuelas de caligae -calzado- y no se han encontrado monedas tras tantas visitas y expolios realizados en el siglo XVII, aunque debieron existir en  gran cantidad según indica Sánchez Portocarrero, quien dice tener “…más de treinta monedas antiquísimas de todos los metales, halladas en mis tiempos y sé que han perdido o despreciado otras tantas…”.
Tampoco se han encontrado objetos de piedra, aunque en el Museo de Guadalajara se conserva un fragmento de cotícula o afiladera.
Tras el estudio arqueológico reseñado se pasó a revisar los textos clásicos relacionados con la zona y la época del campamento de Hinojosa, con el fin de establecer una correspondencia coherente entre las fuentes de información, resultando que el campamento de La Cabeza del Cid -siglo I a. C.- es muy posible que fuese construido como consecuencia de las operaciones militares correspondientes al conflicto sertoriano, cuya importancia es bien conocida por la arqueología y así como por las fuentes escritas, ya que las huellas existentes en la provincia de Guadalajara son muy numerosas debido a que Sertorio atacaba los oppida más estratégicos como se puso de manifiesto en puntos cercanos a Hinojosa como Rodiles II (Cubillejo de la Sierra), lo que le otorgó gran popularidad entre los indígenas por su decisión de limitar el alojamiento de las tropas dentro de las civitas.
Los autores del trabajo concluyen que el recinto campamental de La Cabeza del Cid  ofrece nuevos datos sobre la actividad romana en Celtiberia y sobre algunos de los episodios bélicos más destacados, abarcando un espacio de cerca de dos siglos, por lo que la identificación de este campamento amplia el aún breve catálogo de los ya existentes en el centro peninsular, polarizados anteriormente por los enclaves numantinos.

José Ramón López de los Mozos

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