sábado, 22 de octubre de 2016

Baltasar Porreño redivivo

GARCÍA LÓPEZ, Aurelio, Baltasar Porreño y Mora. Cosas notables que han sucedido en Sacedón (1611-1631). En el 400 aniversario de la presencia de Nuestra Señora del Socorro en su ermita (1614-2014), Guadalajara, Editores del Henares (col. Temas de Guadalajara, 5), 2014, 127 pp. [ISBN: 978-84-617-1594-7].

Recuerda con gran acierto su prologuista, Jesús Mercado Blanco, que este libro viene a ser la satisfacción de la deuda secular que Sacedón tenía contraída con uno de los personajes más ilustres de su tiempo, relacionado con dicha villa: Baltasar Porreño y Mora, gran historiador y “cura de Sacedón”, como a él le gustaba llamarse. Era de justicia la aparición de este trabajo en su homenaje, precisamente cuando se celebraba el 25 de noviembre de 1614,  el cuatrocientos aniversario de la procesión en que la imagen de la Virgen del Socorro, que bendijo, fuera trasladada a su ermita, celebrando en ella la primera misa.

El libro consta de dos partes; la primera, dedicada a los aspectos biográficos de Porreño, así como de su labor en Sacedón, no sólo espiritual sino también material, a través de la promoción de numerosas hermandades y cofradías y de multitud de ermitas y otras obras arquitectónicas, refieriéndose la segunda a su amplia producción historiográfica,  centrada especialmente en el extracto de su Memoria de las cosas notables que tiene la ciudad de Cuenca y su obispado, para la inteligencia del Mapa dedicado con esta memoria a D. Pedro Carrillo de Mendoza, conde de [Pliego] y mayordomo de la Reyna, Nuestra Señora, cuyo manuscrito (9-7159, nº. 1), se conserva en la Real Academia de la Historia.

Se desconoce la fecha del nacimiento de Baltasar Porreño, pero él mismo apunta en dos ocasiones que era natural de Cuenca, concretamente en su Historia de los Arzobispos de Toledo -donde dice que había nacido en 1569- y cuando trata de la biografía del Arzobispo Gil de Albornoz, en que escribe: “fue natural de Cuenca, mi patria”. Precisamente en esta ciudad debió vivir sus primeros años y conocer en ella al magistral Francisco Morcillo, quien seguramente pudo influir en su formación como religioso, aunque muy pronto pasase a la Universidad de Alcalá donde consiguió el grado de bachiller y después el de licenciado el 5 de diciembre de 1587, cuando contaba con  dieciocho años de edad y habiendo tenido profesores de la talla de Villalpando, Juan Martínez y Bartolomé de Fuentes, aunque fuera el jesuita Jerónimo Román de la Higuera el que mayor huella imprimió en él. Es posible que también conociese al Cronista Real Ambrosio de Morales.

Después es poco lo que se conoce de la vida de Porreño desde su licenciatura hasta que entra a formar parte del servicio del obispo Portocarrero -como capellán in merito, además de secretario y limosnero-. En Cuenca, ocupó por un corto espacio de tiempo la parroquia de Paredes.
En los últimos años del siglo XVI ya había escrito algunas obras, como por ejemplo el Edificio espiritual, cuya publicación había sido aprobada en 1599. Dicha edición tenía como fin su promoción en la Corte, pero la muerte de Portocarrero en 1600 dio al traste con este proyecto.
El año antes citado de 1599, Porreño fue nombrado cura de la parroquial de Huete, donde residió hasta 1606, hasta que buscando la amistad y apoyo del nuevo obispo de Cuenca, Andrés Pacheco, fue nombrado por éste juez y examinador sinodal.

En 1603, se acercó al monasterio de Uclés para entregar a Felipe III un memorial “en raçón de algunos servicios míos”, al tiempo que amistó con Juan Idiaquez, Presidente del Consejo de Órdenes Militares, quien le encargó una apología sobre la venida del apóstol Santiago a España: su Apología de la Venida a España del Apóstol Santiago. Nuevamente en Huete tuvo la oportunidad de besar la mano del mismo rey y hablar con él, hecho que recogió después en otra obra titulada Hablé con su majestad en nombre del clero, al tiempo que le hizo entrega, siguiendo su empeño de promocionarse en la Corte, de un discurso -un tanto disparatado- titulado Discurso en raçón de la aduana de las pecoras de la Pulla en el Reyno de Nápoles; tocante al patrimonio Real de España, traducido de lengua Ytaliana por el licenciado Balthasar Porreño, con el que trataba de poner fin a los problemas económicos que atravesaba el reino de Castilla, tema muy apartado del resto de sus obras.

Su estancia en Huete sirvió a Porreño para aumentar su producción historiográfica, de modo que hacia 1602 ya había redactado la Historia de los Arzobispos de Toledo y cosas de España en dos tomos, que dedicó al arzobispo Sandoval, y cuyos originales se conservan en la Biblioteca Capitular de la catedral de Toledo. Es entonces cuando abandona Huete (1607), mientras en la Corte contaba con el apoyo de su tío el reconocido arquitecto Francisco de Mora y en Cuenca, con el del obispo Andrés Pacheco, gracias al que regentó las parroquias de Córcoles y Sacedón, donde comenzó su labor en abril de 1607.

Poco después, en 1609, cayó enfermo y estuvo al borde de la muerte, pero sanó tras encomendarse a la Virgen de los Llanos, patrona de Hontoba, según recoge fray Antonio de San Ignacio en su libro Historia de la Invención de la Santa, y Milagrosa Imagen de Nuestra Señora de los Llanos, y de sus milagros (Madrid 1719): datos:

Tomamos de García López los siguientes datos:

“El año de mil seiscientos y nueve el licenciado Baltasar Porreño, cura de la villa de Sacedón, padecía una gravissima enfermedad de apreturas, y pasiones del coraçón con unas congojas tan intolerables, que le pusieron muchas veces en los últimos términos de la vida. Dióle noticia de la milagrosa Imagen de Nuestra Señora de los Llanos el Padre Fray Rafael de Escobedo, Prior de Santa Ana de Tendilla, dióle un anillo de los que la Santa Imagen tenía en su mano, y luego que se le puso invocando la piedad de la Santissima Virgen, començó la mejoría. Y en acción de gracias, él mismo escribió este milagro en el Catálogo, que hizo de muchos milagros que hasta su tiempo havia obrado María Santíssma por las invocaciones de su Santa Imagen, el qual Catálogo, firmado de su mano se conserva hoy en la Santa Ermita de Nuestra Señora”.

La obra que menciona fray Antonio de San Ignacio es el Catálogo de los milagros de Nuestra Señora de los Llanos de Hontoba.

Al parecer la enfermedad debió ser bastante grave, puesto que Porreño otorgó su primer testamento en Sacedón el día 12 de junio de 1609 y en él ordena ser enterrado en la iglesia de dicha localidad, nombrando como heredera universal a su madre María de Mora, con la que entonces vivía.

Es interesante leer con detenimiento dicho testamento, que transcribe García López, sacado de los Protocolos Notariales (escribano público Juan Tomico, legajo 5.072, folios 58r-v, 12 de junio de 1609) que se custodian en el Archivo Histórico Provincial de Guadalajara.

Tras su recuperación, la labor de Porreño en Sacedón fue considerable. Es el momento en que se funda un gran número de capellanías: la de Juana Sánchez Pascual (15 de octubre de 1607), la de Inés Morate (6 de septiembre de 1624), etc.

Del mismo modo se encarga de la constitución de una comisión sobre la fundación o memoria de Juliana de Alique (1612) y, al año siguiente, por encargo del obispo Pacheco, de la comisión, como juez, para la averiguación e información de los milagros de la Virgen del Sagrario en Garcinaharro, a más de ser encargado de la venta de algunos bienes del cura de Chillarón [del Rey], quien pretendía vender una casa integrada en una memoria.

Es también entonces cuando se fundan en Sacedón la mayor parte de sus hermandades y cofradías y se construyen las correspondientes ermitas, al tiempo que se produce una importante realización de retablos y esculturas, así como la conclusión definitiva de las obras de su iglesia, que se encontraban paralizadas por no ponerse de acuerdo sus mayordomos con los herederos del principal artífice de la obra, Francisco de Atuy, por lo que Porreño tuvo que firmar una concordia y desembolsar lo que se le debía al mencionado artífice y a Juanes de Loide, con el fin de que acabaran la obra.
Pero quizá la mayor obra llevada a cabo por Porreño consistiese en introducir en el pueblo de Sacedón el espíritu de la Contrarreforma.

Porreño vivió 32 años en Sacedón, donde falleció -posiblemente a primeros de agosto- del año 1639. Su segundo testamento, mucho más detallado que el anterior, conoció hasta cuatro codicilos, fechados el 12 de marzo, 30 de abril y 1 y 2 de mayo de dicho año.

En cuanto a la segunda parte: su amplia producción historiográfica, que se contiene en las páginas 77-98, recoge un total de 26 obras que son analizadas detenidamente. Muchas de sus obras, como solía suceder en el siglo XVII, procuran la exaltación de María, a cuya intercesión se atribuyeron numerosos milagros. Tarea a la que no fue ajeno el historiador Porreño, que hizo una historia de los santuarios marianos de la diócesis de Cuenca y también recopiló algunos catálogos de dichos sucesos, de tal manera que en su tiempo fue más conocido como escritor que como eclesiástico, especialmente durante los años vividos en Sacedón, donde dio a la luz una Relación de las cosas notables sucedidas en Sacedón.

En fin, un libro cuya lectura recomendamos, puesto que ofrece numerosos datos poco conocidos hasta ahora, acerca de este personaje, Baltasar Porreño y Mora, que en un principio más parecía preocuparse de su medro personal en la Corte, que de las cuestiones eclesiásticas, y que tantas obras dejó para la posterioridad, entre ellas algunas que, sin duda, ayudarán a conocer nuevos aspectos sobre lugares actualmente pertenecientes a la provincia de Guadalajara.

José Ramón López de los Mozos









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