viernes, 5 de octubre de 2012

Arbancón y su legado


BALLESTERO JADRAQUE, Mario, A la luz de un candil: Arbancón y su legado, Guadalajara, Diputación Provincial de Guadalajara, 2011, 272 pp. Premio Provincia de Guadalajara de Investigación Histórica y Etnográfica 2010 (ISBN: 978-84-92502-25-7).

Arbancón y su legado recibió el Premio Provincia de Guadalajara de Investigación Histórica y Etnográfica 2010, convocado por la Diputación Provincial de Guadalajara, que también se hizo cargo de su publicación.
Aparentemente estos libros que pudieran ser tachados de excesivamente localistas no lo son tanto si consideramos que muchos aspectos que ellos se tratan están enfocados desde un punto de vista, metodológicamente hablando, mucho más amplio, como es el caso del libro que comentamos.
Así, comienza ofreciendo unas breves pinceladas acerca del Arbancón actual, en base a su descripción geográfica y humana, a la que sigue un “callejeo” -el mero hecho de ruar ya es importante para el visitante, que así conocerá mejor cualquier población y captará su esencia- a través del que puede contemplarse el patrimonio artístico existente, destacando el retablo mayor de su iglesia, realizado en 1656 por Pedro Castillejo y, especialmente alguna de las pinturas que alberga, como “La batalla de Clavijo” debida al pincel del también seguntino Mathías Ximeno.
También figuran el edificio que sirve de Ayuntamiento y la fuente “de los Cuatro Caños”, que preside la plaza, la ermita…
Apartado especial merece su representación folclórica -o etnográfica- más genuina, que es la botarga, ese enmascarado que recorre las calles del pueblo el día de la Candelaria, cuyas máscaras dejó de hacer ya hace años aquel buen amigo que fuera Hermenegildo Alonso, “el Mere”, con quien tantas horas pasé en su taller o paseando por la carretera, a pesar de su asma y su hipertensión.
El tema de la historia de la localidad comienza en la Prehistoria, se extiende con los arévacos, continúa con la Hispania romana, los visigodos, los árabes, la baja Edad Media, durante gran parte de la cual perteneció al duque de Medinaceli; Arbancón en el Siglo de Oro -sin mención alguna a Arbancón en las respuestas de Cogolludo en las Relaciones Topográficas mandadas hacer por Felipe II, y con una sola cita en las de Muriel y San Andrés del Congosto- momento al que corresponden los “Libros de Cuentas” (1599) que se conservan en su Archivo Municipal, que nuestro autor traslada para mayor conocimiento, y que se extienden a otros años posteriores en los que se trata del abono de salarios, la vida religiosa y otros gastos y cuentas, para dar paso a un capítulo de gran importancia para la historia local, que es el que se refiere a la desanexión de Arbancón del Común de Cogolludo, cuya firma tuvo lugar, tras muchos dimes y diretes, y el pago a Felipe V de una elevada cantidad de dinero, el día 12 de agosto de 1721, con lo que quedó como “Villa de por sí, y sobre sí; con Jurisdicción Civil y Criminal, Alta, y Baja, Mero y Mixto Imperio en primera instancia”.
También llama la atención del lector el capítulo tercero, que lleva por título “Arbancón, Lunes 30 de Octubre de 1752”, fecha que no está elegida al azar, puesto que sirve de entrada a lo que constituye la vida de “un día cualquiera” en la vida del pueblo a la luz de las respuestas, a la encuesta, de la única contribución, o sea, a lo que las gentes de Arbancón contestaron a las preguntas del Catastro del Marqués de la Ensenada. Es un largo capítulo que acerca al lector al pueblo del momento y que invita a comparar aquellas descripciones con lo que ha llegado al momento actual.
Mucho menos conocido es el apartado que Mario Ballestero dedica en su libro a la influencia que la Ilustración dejó en la ya villa, especialmente en lo que al desarrollo de la agricultura se refiere, puesto que explica con detenimiento las experiencias allí realizadas gracias a los auxilios de la Sociedad Económica de Amigos del País de Arbancón que, junto con Sigüenza, fueron las dos únicas poblaciones de la actual provincia de Guadalajara a las que la Matritense, de la que dependían, aprobó sus proyectos.
Desde nuestro punto de vista es el apartado más interesante, por desconocido.
La solicitud de Arbancón lleva fecha de 6 de abril de 1784, pero no fue aprobada hasta el 30 de agosto de 1793, aunque comenzase sus actividades en el verano de 1783, y todo ello gracias al incansable tesón de don Joseph Hidalgo Gutiérrez, alcalde ordinario de la Villa y un auténtico ilustrado, como demuestra en su memoria “Sobre el modo más sencillo de adelantar los Montes y Plantíos en el Obispado de Cuenca, sin perjuicio de la Agricultura y los Pastos” presentada en la Matritense, cuyos méritos fueron premiados con 1.500 reales que donó íntegramente a favor de las mujeres pobres de la población, a las que enseñó el manejo de los tornos de hilar lino y cáñamo, promoviendo así la industria popular, luchando contra la ociosidad, favoreciendo el trabajo de la mujer y, por tanto, tratando de lograr el mayor bienestar del vecindario.
Según la documentación consultada, el 8 de septiembre de 1783 se reunen en la Casa del Ayuntamiento hasta dieciocho almas, con el fin de fundar la Sociedad Económica de Amigos de la Patria de Arbancón, según unos principios basados en el bien público, con la intención de instruir a las niñas y mujeres pobres (y al resto, en general), investigar los medios más eficaces para el desarrollo de la arboricultura, proteger la labranza y la escuela de hilar lana con destino a las Reales Fábricas y conceder premios, a modo de acicate, a los distintos oficios en desarrollo.
Las Juntas se debían reunir una vez al mes y para su desarrollo se nombran los cargos de Director (el párroco licenciado D. Joseph Tomás Zarzalejo), Censores (dos presbíteros), Secretario (el alcalde ordinario), Tesorero y Visitador a los que se explica sus obligaciones.
Varias páginas más ayudan al lector a comprender la idiosincrasia del ilustrado que fue Joseph Hidalgo Gutiérrez, sus desvelos por incrementar la industria local y su lucha contra las mentalidades anquilosadas, representadas por los eclesiásticos.
Los datos de la Sociedad llegan hasta el día 2 de enero de 1799, es decir, dos meses después del fallecimiento de nuestro buen ilustrado. Este capítulo, por sí mismo, debidamente ampliado, merecería una publicación monográfica.
Una serie de apéndices acerca de la “Evolución demográfica”, la “Toponimia”, la “Descripción del escudo de Arbancón” y las “Medidas antiguas” da paso a la bibliografía final.

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